Estado de la tecnología educativa en España

Es evidente que en los últimos años la tecnología entendida en un sentido amplio y, sobre todo, ciertos aspectos de la web 2.0, ha ganado un prestigio entre las autoridades educativas y en general en la comunidad escolar que parece sostenerse sobre pies de barro, en especial cuando se piden resultados tangibles. Lo peor de todo no es que esa aplicación (yo casi lo llamaría enfoque) de la digitalidad a los procesos de enseñanza y aprendizaje no esté dando los frutos que esperábamos. Lo más grave es que se basa en un modelo de crecimiento equivocado por completo. Hasta ahora han sido las comunidades de usuarios, sobre todo los profesores, todo hay que decirlo, los que con su trabajo más o menos desinteresado pero en todo caso no remunerado los que mantienen blogs, wikis, foros, comunidades de aprendizaje y toda la parafernalia tecnológica. Es verdad que hay mucho bombo y platillo por parte de las autoridades, aunque por desgracia casi siempre lo que venden es humo. A mi modo de ver habría que acotar claramente la función de cada uno de los protagonistas:

[1] Por un lado están los usuarios, sobre todo los docentes, que conocen como nadie las necesidades que el día a día de su trabajo les exige cubrir. Son la piedra clave, pero no se les puede pedir funcionen como una comunidad hacker y hagan el trabajo que, por lógica, corresponde a las otras partes. Su función sería la de testeadores alfa y evaluadores de todo el proceso, aunque ocasionalmente pueden dar el salto al de creadores primarios de contenidos digitales educativos.

[2] Por otro lado deberíamos contar con una hasta hora prácticamente ridícula presencia del sector privado (aquí se oye un grito de horror por mi banda izquierda) que debe encontrar un modelo de negocio coherente. Estoy pensando en editoriales, sobre todo, pero también en empresas de servicios digitales y compañias de telecomunicación. Sobre ellas recaería el peso de la capitalización, porque es ridículo pensar que sólo con el trabajo individual de los profesores o con la política de la gallina descabezada de las subvenciones se puede sostener toda esta maquinaria.

[3] Después está la administración, que cuenta con infraestructuras y prespuesto y que debido a su organización inevitablemente (?) vertical acaba levantando (salvo en contadas ocasiones) proyectos infumables, descoordinados entre las diferentes instancias y absolutamente inútiles para la comunidad escolar. Otra cosa sería si usaran todo ese poderío para apoyar tanto a unos [1] como a otros [2], que saben de qué va la cosa. Igualmente podría recaer sobre la administración la función de coordinación de objetivos y medios.

Este cambio de panorama, casi utópico, es el único que en mi opinión permitiría llegar a una verdadera revolución tecnológica en la educación. Y a lo mejor los resultados de PISA dejarían de avergonzarnos tanto una y otra vez.

PS.- Este análisis se puede aplicar tanto al sistema de enseñanza reglada como al de lenguas extranjeras, incluido el español.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro que es un modelo de crecimiento (si se puede llamar así) equivocado, pero es que hay buenas razones para ello.

En primer lugar, el acceso generalizado a Internet ha comenzado a producirse en los últimos tres o cuatro años (y la primera gran oleada no es muy anterior a la última década), con la progresiva implantación de la banda ancha. Por otro lado, hasta ahora, sigue ligado a los ordenadores, un aparato relativamemte nuevo y que aún sufre el estigma de la tecnofobia.

De otra parte, toda la globofernalia de la 2.0, si bien facilita enormemente el acceso a la creación y gestión de contenidos, no tiene el mismo tirón económico de la "burbuja puntocom", donde los contenidos parecían poder ser más fácilmente comercializados. Hoy, si una empresa se embarca en un proyecto en la red, puede encontrarse en dos días con una nueva comunidad que no sólo hace lo mismo, sino que lo hace mejor, y además gratis (hay ejemplos a patadas en el campo del software libre, por no entrar en contenidos).

En relación a todo esto, hay que contar además que la torpeza de las instituciones ha llevado a invertir millones en equipos y sistemas sin contar con una adecuada formación de los docentes.

Hoy por hoy, y a la vista de que la brecha digital está creciendo a pasos agigantados en el campo docente, el primer paso debería ser dado por la Administración Pública (seguimos estando en España, no en EEUU) mediante una política realista en la que se contara con un decidido concurso de la empresa privada.

Si los poderes públicos fomentasen un cambio de paradigma en los canales y formatos en los que se realiza la enseñanza, podrían servir de aglutinadores en el proceso. De esa forma, podría crearse una situación de conocimiento entre los profesores que permitiera a las empresas (editoriales, sobre todo, ya sean digitales o semidigitales) apostar por nuevos modelos de comercialización de los productos.

En el colegio donde he trabajado este trimestre como asesor TICE (por llamarlo de alguna manera) hay cderca de un centenar de ordenadores con conexión a Internet, un equipo de profesores que no saben qué hacer con ellos (a la mayoría ni les interesa el tema) y una panda de chavales que sólo piensan en chatear con el del al lado y pasarse el día en YouTube o matando marcianitos.

Y, como bien dices, no se puede dejar recaer la responsabilidad en el equipo de profesores. Si no hay contenidos organizados y accesibles listos para llevar al aula, difíclmente van a apoyar sus clases con una red que, hoy por hoy, es un enredo en el que tienen que moverse buscando contenidos, testeándolos y enlazándolos con una cierta coherencia curricular. En los manuales ya está todo. Día tal, página cual, y punto. Incluso no sé si yo en su caso no haría quizás lo mismo.

¿Una posible solución? Puede que el gran jarro de agua fría que ha supuesto la gratuidad de los libros de texto en muchas comunidades autónomas, con lo que un buen número de editoriales (sobre todo las de pequeño tamaño) se están viendo obligadas a cerrar, puede ser un buen acicate para su reciclaje hacia nuevas fórmulas de edición digital.

Por ahora, entre el desacierto de los poderes públicos, la desgana de los docentes y la falta de imaginación de las empresas de contenidos, parece que la cosa no tiene visos de arraglarse a corto plazo.

La torre de esta otra PISA también parece torcida. Y a lo mejor es de aburrimiento.