Si me corriges mucho, ¡no hablo!

Uno de los principales problemas que tenemos los profesores es cómo debemos corregir a los estudiantes sin que la corrección suponga un obstáculo para la fluidez de la expresión oral del alumno. Antes la corrección se hacía normalmente mientras el alumno hablaba, lo cual impedía la fluidez. Por otra parte, no se pensaba ni se analizaba el origen del error; me refiero a que es muy importante saber por qué el estudiante tiene ese error y cómo podemos hacerle ver que es incorrecto.

Lo primero que hay que dejar claro en la clase es que los errores son la mejor forma de aprender una lengua y que no hay que avergonzarse, ya que hay alumnos que no hablan por miedo a cometerlos. En segundo lugar, los estudiantes siempre esperan la corrección por parte del profesor, y hay que hacerles ver que la autocorrección es el primer paso para solventar una falta. El segundo paso es la corrección del compañero (para esto es muy importante el trabajo en parejas). Y, por último, la del profesor. Hay muchas formas de corregir, a mí la que me da mejor resultado es la anotación de los errores mientras los estudiantes discuten un tema. La mayoría de las veces, antes de escribirlos, ellos se adelantan y se autocorrigen o son sus compañeros los que lo hacen. Es un buen ejercicio que termina con la fijación en la pizarra de los errores y una corrección por parte de toda la clase.

Pienso que es una buena forma de ver todas las faltas sin que ningún estudiante se sienta frustrado.

Diego Ceballos

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