Es común encontrar en los proyectos curriculres de los centros, en los materiales didácticos publicados o en la charlas profesionales referencias continuas al trabajo en equipo, la construcción colaborativo de conocimiento y el aprendizaje cooperativo. La mejor introducción a este tema es para mí el libro de David W. Johnson, El aprendizaje cooperativo en el aula. Pero, para los que no lo tengan a mano, les dejo este resumen-presentación publicada por el curso de Sistematización de la enseñanza:
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aprendizaje cooperativo,
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3 comentarios:
Sinceramente, uno de los problemas del atasco 2.0, creo yo, es la falsa conciencia de aprendizaje cooperativo. Por no hablar de los problemas que existen para reconocer el nuevo papel del profesor en el aula.
Hasta que no terminemos de hacernos a la idea de la necesidad de estos cambios en el aula no veremos, desde luego, las verdaderas posibilidades de la web 2.0 ...
El papel del profesor como dinamizador y no como fuente única de sabiduría es fundamental, pero los primeros que deben concienciarse de la cuestión son lógicamente... los mismos profesores. Sólo hay que hacer una prueba sencillísima: reloj en mano controlar el tiempo de intervención del docente y el de los discentes en el aula. Muchos que se consideran grandes comunicadores se darían cuenta de que simplemente son charlatanes, vendedores de humo profesoral, que no dejan hueco a sus alumnos para aprender, que para eso van a a clase.
Y no sólo de la web (del tipo que sea). El papel del profesor como dinamizador es fundamental en el proceso de aprendizaje, ya sea de conceptos, de estrategias o de valores, de un individuo.
Como ejemplo de que la falta de conciencia de los profesores revierte directamente en la de los estudiantes, os refiero una experiencia reciente (y de paso a ver si contándolo eludo la visita al sicólogo).
Al son de "¡maestro, maestro, maestro...!" y todas las manos alzadas al tiempo y un griterío de no te menees, reaccionaron los chavales del nuevo curso sobre herramientas web 2.0 aplicadas a la adquisición de segundas lenguas (alemán en este caso) que estoy impartiendo una vez a la semana en un centro de Málaga (5º y 6º: 11 y 12 años, las criaturas).
La razón no fue otra que intentar que trabajasen de forma autónoma, por parejas (quería grupos de cinco, pero tuve que desistir del plan previsto), y con pistas (al final, más bien instrucciones precisas) que iba publicando en el blog desde el portátil mientras ellos "trabajaban".
Y no exagero, ¿eh? Un ejemplo de muestra. En la ficha previa, y en la primera y explícita instrucción: "Escribe tu nombre aquí", tuve que explicar verbalmente en, al menos, diez ocasiones: "Que pongas aquí tu nombre". A partir de este dato, ya os podéis imaginar el resto.
En cinco o seis años de "cole" parece claro que nadie les ha enseñado a tomar decisiones, a protagonizar siquiera mínimamente su proceso de aprendizaje. Hacen lo que se les dice, copian lo que se les pide, procuran repetir lo que memorizan.
¿Resultado? Cuando se vieron "libres" de expresarse, abundaban en sus blogs comentarios del tipo: "Me llamo Pam tengo 11 años y soi mu sexi"; "Passsa vichos, bibo en mlg y kiero conose peña"; "Komermela tos". Y otras lindezas por el estilo.
Afortunadamente el programa contempla varias horas de tutoría con los propios docentes. Espero que ellos, cuando comencemos a hablar de autonomía en el aprendizaje, no empiecen también con "¡Maestro, maestro!", porque me temo que al final voy a agarrar un complejo de Manolete que pá qué.
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