La palabra gadget,cuyo origen parece remontarse al siglo XIX, designa en estos primeros balbuceos del XXI a esos cachivaches o maquinitas que vuelven loco al aficionado y que suelen repeler al desconocedor. Existe en la actualidad una verdadera fiebre por el gadget o gizmo (any small technological item, lo llama la Wikipedia) y por supuesto la blogosfera se ha hecho eco de esta explosión para magnificarla y convertirla en su propio banda sonora. Es verdad que en los blogs se conversa sobre casi cualquier tema, pero dentro de cada uno de sus autores hay un geek escondido que te saca una espada láser a lo Luquiescaigüolquer antes de decir amén. Las dos penúltimas convulsiones tienen nombre propio: Wii y iPhone. La consola de Nintendo ha hecho correr ríos de tinta digital por la simplicidad de uso de su control remoto y se ha agotado en cuestión de horas en las tiendas de medio mundo. El teléfono de Apple, que no estará hasta dentro de meses en los escaparates norteamericanos, ya se ha convertido en ese oscuro objeto de deseo (perdón, don Luis, por arrogarme tan impunemente la metáfora), mezcla de iPod, smart phone y yo qué se cuántas cosas más. Lo que quiero decir es que con aparatos que tienen tantas posibilidades de comunicación y ocio, hay que estar, como enseñantes que somos, atentos a sus aplicaciones didácticas. Pero... ¿servirá de algo llenar el aula de gadgets o para los nativos digitales esta pregunta ni siquiera tiene sentido? ¿será verdad la queja de tanto tecnófobo que insiste en que la tecnología sólo ha venido para vendernos de nuevo lo que ya teníamos? Y como no quiero acabar este artículo con una pregunta os puedo anunciar que ya le he pedido a mi familia que me regale un Wiiphone para explicar la alternancia de pasados en el nivel A2. Por si las moscas, ya se sabe.
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